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“THE BURNING BOY”/ CLACOWSKY EN EL TEATRO CIRCO/ ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

El niño de la combustión: David Sarrión y Clacowsky

 

Andrés García Cerdán

 

 

Gira Antimateria

Teatro Circo (Albacete). Sábado, 18 de mayo de 2018

 

David Sarrión es Billie Holiday y Billy The Kid, Ziggy Stardust y Jim Morrison. Lo vemos llegar al centro del escenario arrastrándose por el suelo, diciendo os quiero, salvaje o vibración. No deja de moverse, pero esta noche de mayo, en llamas sobre las tablas del Teatro Circo, es un alma de New York que aprendió a cantar por instinto o un pistolero del lejano oeste que dispara a la transparencia o un gurú del tantra emocional. La primera canción estalla: El hambre del hombre. A su alrededor, Clacowsky, the band, se ha dispuesto sobre el escenario, aullando un aullido cómplice, agitando los instrumentos, en un gran arco. David Sarrión dispara desde ahí sus flechas, como buen indio. Como buen chamán, invoca las geografías del cosmos que habita. Convoca atmósferas de una energía común, levita con los pies descalzos sobre el patio de butacas. Reza sus canciones a la Vida.

La música ha empezado a sonar: un instrumento, otro, uno más, creando una corriente eléctrica que electrocuta el corazón. A eso hemos venido: a que nos incendien el alma. Sarrión lo hace en sus poemas: Breve teoría del desastre, Geografía del abismo (Huerga y Fierro). Es lo que se hacía en el barrio. Pudo ser futbolista, como Tito, o amar a Jorge Drexler o a la gran María Rozalén, pero leyó un libro de Pessoa, por ejemplo, Libro del desasosiego -culpa de Juan Valero-, y aquí está, en la fila de los benditos, diciéndolo y dándolo todo. Ahora lo dice en forma de música, acompañado por una tribu de amigos de corazón múltiple. Eso es lo que hace: darlo todo. Cantar a su manera. Rapear. Salmodiar, gruñir, respirar sobre el micrófono. Hoy es el día de la presentación de Antimateria (El Hombre Music, 2018), título afortunado para un álbum que hay que tener muy cerca, de diseño precioso, producido por Miguel Ángel Gascón. El astronauta hace su exploración del universo en 9 canciones.

La sala está llena. La banda sonora se ha instalado ya dentro de nosotros. El show rueda, parece una performance, una experience psicodélica hendrixiana. Para su exploración en el Misterio, David Sarrión ha invitado a la Pléyade: desde Marta Grändma, que da su puntada en el vestuario, hasta Chema Arake, que inyecta en la inmensa pantalla negra sus constelaciones mínimas, sus figuras poéticas, una a una, en un goteo planetario. El flanco derecho es del violoncelo de Cristina Olmedilla, hasta el infinito y más allá. Después Lázaro Gabaldón, luthier, y el micro en el que cantan Bianca Jagger y el flamenco Alejandro Villaescusa, en el centro neurálgico la guitarra brillante de Sergio Hernández, luego el bajo de Fran, sólido y lúcido, y, a la izquierda, la batería en la que Juan se bate el cobre.

Cuánta música. Treinta y uno. La vida. Kentaky / París / Lisboa. Huye de aquí. Albacete power. La otra tarde llegaba a Tres Bonobos un palet de vinilos de 300 kilos. Los Jorges bailaban. Algo pesado, se diría, como los discos de The Black Crowes. Algo de las montañas del amor y algo del corazón. Suena Stardust, con Maite Olmedilla. Algo contundente. Suena Jesús ha muerto, y algo resucita en nosotros.

Por si nadie lo ha dicho, el Teatro Circo es uno de los sitios más hermosos de España. Como el teatro romano de Mérida: puro amor, glamour, espectáculo, constelaciones. También hay alguna herida: “Esta noche voy a llorar varias veces”. Eso nos ha advertido. Y hay una emocion que nos acoge a todos. David canta Misterio y miedo. Invita a deslizarse por el lado salvaje, por el lado poético. Lázaro afila el viento. Juan dice amor. Fran piensa el bajo. Sergiete y Cristina besan las cuerdas, las besan muy bien. Ahí están desde el principio. El espíritu de Henry Clacowsky (Charly) se mueve de aquí para allá.

La poesía ha llegado a la ciudad. En realidad, llegó hace mucho tiempo. Hay una canción que es de todos y la canta Keke: fractal de cielos, vida mía. En realidad, no es una canción: es un secreto. Keke es ese secreto y más, como tenemos la suerte de saber hace tiempo. Aún hay algo más, la melodía que se queda flotando en el aire: No serás como los demás. Los sueños se cumplen, afortunadamente. La fiesta continúa en la calle. Nos vamos con el corazón lleno hasta los topes. Antimateria, Superespíritu.

@Andrés García Cerdán para El Hombre -music-

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